lunes, 1 de junio de 2009

Antes de crecer y ser menos feliz

Antes de crecer y ser menos feliz, pasaba la mayor parte de mis días corriendo. En grandes espacios o reducidos: no importaba mucho, pero corría. Me imaginaba por momentos rodeado de miles de personas que me observaban hacer eso que, durante esos años dominaba mis intereses: El fútbol. No entiendo, sigo sin poderlo hacer todavía, simplemente se adueñó de un pedazo de mi.

Jugaba mucho...mucho. Aprovechaba cualquier instante para jugar con un balón. No había en ese entonces nada que me hiciera tan feliz. No había nada que eliminara de mí el stress de un día en el Liceo como un grito de Gol. Me tocaba marcar bastantes para eliminarlo totalmente. Por lo menos lo intenté. Incluso, en mi cuarto improvisaba porterías para marcar goles en las tardes libres. Siempre estaba imaginando goles en mi cabeza...

Hubo uno que recuerdo siempre. No fue imaginario, cabe aclarar. El balón bajaba desde lo alto después de un saque largo del arquero. Era un partido a medio organizar que empezaba cada vez que sonaba la campana para el "recreo". Los de cursos superiores contra los inferiores. Yo estaba en los inferiores. La diferencia sin embargo no era tanta. Aunque a veces, por esa falta de orden, se podían contar demasiados jugadores para un campo tan pequeño. A veces también, se podía contar más de un balón. Era un circo...pero para nosotros era un clásico a jugarse todos los días.

El balón caía...todos empezaban a seguir su trayectoria. Gritaban, empujaban. Empezaban a cantar jugadas magistrales sin que el balón hubiera siquiera tocado el polvo del terreno de juego. Había poco pasto, nubes de polvo se elevaban en cada período de juego. Por supuesto, nosotros mismos éramos columnas andantes de polvo y sudor. Lo siento, no es muy agradable la imagen pero, a esa edad lo que una linda como usted pudiera pensar, representaba menos que el sonido que emite una hormiga al caminar.

Sin embargo el balón no cayó esa vez. Antes del saque del arquero, le grité para que me hiciera un pase largo como el que efectivamente hizo. Iba teledirigido como si alguien desde el sol lo hubiera soltado hacia mi cabeza. Yo estaba de espaldas hacia el arco contrario. Al frente mío, vi todo el recorrido del balón desde su contacto con el zapato derecho de nuestro arquero. El balón atravesó la cancha por los aires y fue cayendo. Cayendo hacia mí. Todos lo seguían pero al verme, los de mi equipo, retomaron posiciones esperando un pase luego de que yo recibiera el balón. Pero nada de eso pasó. Los contrarios, a su vez, esperaron a ver qué iba a suceder cuando lo tuviera dominado: se detuvieron. El tiempo mismo se congeló. Todos esperaron.

No cerré los ojos. Muchos nuevos jugadores lo hacen por miedo. Pero eso es lo primero que se debe aprender. No cerrar los ojos, siempre tener el balón perfectamente enfocado. Calculé la velocidad de caída con sólo verlo. En clase, había un ejercicio que los profesores de matemáticas realizaban con cierta frecuencia. El "calcul mental" era una pesadilla: operaciones sencillas para hacerlas mentalmente. Bueno, pesadilla en ese entonces. Hoy, hay por lo menos 50 cosas que me hacen sentir peor que esas operaciones, que en últimas siempre supe responder. Sólo con pensar en "un mañana" es mucho más complejo que eso. Obviamente, a esa edad nada de eso rodaba por mi cabeza. Por suerte. Sin embargo, estoy divagando. A lo que me refería es que ese cálculo automático que hice para saber en qué momento debía pegarle al balón sin que este tocara el piso y además, cómo debía pegarle para que se fuera directo al arco contrario, teniendo en cuenta que me encontraba de espaldas a él, era un análisis muy profundo por el que un profesor de matemáticas me hubiera dado un 20/20 sin parpadear.

Dí media vuelta. Puse mi pierna derecha como un eje clavado al piso alrededor del cual mi cuerpo entero giró. Mi pierna izquierda se estiró y con mi zapato de cuero azul (por aquello del uniforme del colegio) impactó de lleno el balón. El balón tomó dirección al lugar, que de acuerdo a los narradores de fútbol que gritan cada domingo, se denomina el ángulo superior derecho del arquero contrario.

Fue gol.
(Escrito en Diciembre 2007)

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